viernes, 28 de mayo de 2010

Algunas del Rey Sol

- El niño me salió medio tuerca, como el padre. Aquí en Italia, donde hay más autos que personas, y donde la gente parece que es alérgica a caminar aun en un pueblo de dimensiones totalmente manejables a pie, está de parabienes. Camino a la guardería, va preguntando el nombre de cada uno, y yo respondo. Su favorito es el Cinquecento nuevo. Grandes exclamaciones cuando ve uno. Pero también el viejito. Nuestro Fitito. Ahí la locura es total, porque hay menos. Y me hace acercar, y lo mira por todos lados "fitiiiito, fitiiiito", le dice. Hoy por hoy, conoce casi todas las marcas. Yo me sorprendo de que un logo chiquito pueda quedar tan impreso en la memoria de un nene. El otro día fue al gimnasio con el papá, y después de haber dado vuelta medio templo del sudor (Marian, te robo el término), salió disparado a hacer gala de sus saberes automovilísticos. "Fiat Panda". "Uy, muy bien". "Fiat Idea". "No, no es posible" (sí, sí que lo es, martillamos con el asunto desde enero). Y luego empieza el momento de las pavadas. Ve un BMW y dice "Audi". "No, no, hijo" (el padre nervioso). "Sí, sí, Audi". Y todos ríen y siguen festejando sus disparates.
Suben al auto, pasada media hora, y muy serio lo mira por el espejito a Pablo y le dice: "Era una biemvú*, papá".
- Pero también, nos salió muy religioso. Ahí ya no sé a quién echarle la culpa. Ojo, que a pesar del escepticismo de los padres, no sé bien cómo explicarlo, me gusta su espiritualidad. Me gusta que espontáneamente, después de que fuimos a la iglesia de Tíndari, me pida siempre, siempre "vamos a la iguesha mamá, a vé Maria-Quesú". Una única entidad para él. Que ayer, por ejemplo, lo haya escuchado decir entera la bendición de la mesa, que hacen en la guarde: "Siiiiignooore, benedice a noi e a questo cibo che stiamo per mangiare, e a tuuuutti quelli che non ce l'haaaaaanno"** (con el cantito típico de las cosas que aprendemos en la escuela). "Nel nome del Padre, del Figlio, lo piritotanto, aaalennn"***.
Un día le pidió a su papá ir a la iglesia, así, de la nada. La iglesia del centro de Capo. Entraron y vio la típica imagen de Jesús, con taparrabos apenas, y los brazos abiertos en la cruz. Miró un poco y después preguntó muy serio: "¿está tomando sol, papá?".

*: biemvú=BMW
**: "Señor, bendícenos a nosotros y a esta comida que estamos por comer, y a todos aquellos que no lo tienen" (o algo así)
***: "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén"


Faltaba la foto, el niño de los pelos volados, y el padre lavador de platos

lunes, 24 de mayo de 2010

Fragilidad

Hay una paloma en mi ventana. Se la ve viejita y achacada. Sobre todo, se la ve cansada. Hace un buen rato que la miro y me mira. No se mueve mucho. Yo sigo aquí, tecleando y tecleando. Tengo terror de que haya venido a morir aquí, frente a mis ojos. Trato de concentrarme y trabajar, pero no puedo. Es tan fuerte la imagen. Es la finitud de la vida, la conciencia de que todo termina.

De regreso del paraíso


Fuimos a las Eolias finalmente. Pasamos tres días demasiado perfectos. Como me dormí leyendo los delirios de Dan Brown en El imperio perdido, hoy me desperté sin saber si había soñado ese mar celeste azul, esos verdes de las montañas que parecían fosforescer bajo un sol que se decidió a brillar sólo para ellos dos y para mí. Con miedo a estar olvidándome alguna fecha de entrega, creo que me estoy relajando demasiado. Y sin embargo no estoy soñando. Las Eolias son bellas así, y son de verdad. Y mi paz de estos días también es cierta. Las fotos lo atestiguan.
Por ahora, sólo un anticipo.
Mientras descendíamos a toda velocidad, por una ruta de montaña y a un metro del precipicio, en este vehículo de dudosa fiabilidad, Pablo logró decirme (en medio del ruido ensordecedor de esa porquería): "Ahora que tenés menos trabajo, el blog va a explotar!"... y me hizo reír tanto que se me olvidó el miedo. Cómo me conoce.



martes, 18 de mayo de 2010

Del scirocco al maestral

Se nos dio vuelta el viento y la temperatura bajó de un día para el otro diez grados.
El mar se convirtió en una bestia enojada, no se puede ni bajar a la playa, y ráfagas huracanadas nos volaban los pelos, la yerba, y las ganas de pasar un sábado mirando motocross junto al mar. Unas ganas locas, sí.
Por las dudas, ya tenemos la reserva para ir el fin de semana a las islas Eolias, a Lipari, Vulcano y Salina, si el mar no tiene intenciones de darnos vuelta la barca.
El euro sigue bajando y mi marido no deja de hacer cuentas en dólares, en pesos y hasta en yenes para ver cómo c... llegamos a pagar las cuotas del depto que quedaron pendientes.
Digan la verdad, me mandaron ustedes todas estas maldiciones, después de las fotos del otro día, ¿no es cierto? Yo los quiero igual.

miércoles, 12 de mayo de 2010

En picada



Más que cuenta regresiva, estos días se vivirán en picada. Siento que vuelan. Siento esa extraña mezcla de cada año, con lo que ya no quiero cansarlos. Ayer Pablo me anunció que finalmente teníamos el pasaje en mano para volver a Argentina, 10 de junio, subimos al avión los tres en Palermo y tras pocos transbordos, nos encontramos en Córdoba.
Mi vecina se fue hace una semana. Lloré mucho. Lloré con ella, abrazada, lloré sola, después, intentando dormirme. Qué cosa fuerte es la cotidianeidad. Qué lazos gigantes, importantes, se pueden construir en ese compartir día a día, en ese ida y vuelta. Cada vez que me acordaba que al día siguiente Emilio gritaría "Bereca, bereca" y ella ya no estaría, se me revolvían las tripas, y nacía de nuevo el sollozo. Todavía me pasa cada vez que entro al depto a buscar algo. Tengo la llave y entro como hacíamos antes, puteándola internamente, ocho meses y no se compró el pelapapas, pero será posible, y allá voy, y entro, y está el mismo olor pero no están ellos, está la casa impecable, y parece que en cualquier momento me va a ofrecer un café, se lo va a olvidar arriba de la hornalla, charlando conmigo afuera mientras la acompaño a fumar, su marido le va a gritar de pies a cabeza, se plegará el mío, nos reíremos juntas, ellos dirán son iguales, nos reíremos de nuevo, nos putearán de nuevo, y así en esa mágica sucesión que es el día a día.
Mientras, intentamos mitigar la nostalgia, la melancolía y la incertidumbre, con algún que otro asado, con algunas escapadas al pueblo vecino donde una pequeña delegación argentina/cordobesa de voleybolistas nos agasaja con asados y risas.
Y el mar, el mar, siempre el mar. Ayer Pablo me llamó, yo había decidido no ir a la playa porque tenía que trabajar sí o sí. "Tenés que venir, esto es el paraíso". Y corté todo, después se podrá seguir de madrugada, esas son las ventajas de no tener horarios fijos. Me hubiera arrepentido tanto si no lo hacía. Una piletita en medio de las rocas, el agua demasiado transparente, un paraíso terrestre a 1000 metros de casa. Y la primera zambullida de la temporada a las seis de la tarde, con el sol cayendo, y Emilio que gritaba desesperado de felicidad y un poco de frío, con esa madre loca que lo zamarreaba de arriba a abajo, pero sin mojarle la cabeza eso sí, tan descocada no soy.



sábado, 8 de mayo de 2010

Confiar o no confiar, ésa es la cuestión (II)

Seguimos con los dilemas. El asunto es que el otro día me quedé mal, hasta enojada y como ofendida, y me dieron ganas de mandar a la mierda a un tipo, pero lo necesitaba para una nota. Entonces no, no daba. Pero lo tendría que haber hecho. Aparte, estoy convencida de que soy incapaz de mandar a la mierda a alguien. Creo que nunca lo he hecho. Sigo sin darle demasiada bola a lo que siento y eso está mal, muy mal, maguita, no aprendés más.
Mando mail presentándome (nombre y apellido y el diario para el que trabajo), pero claro, yo trabajo por afuera, y tengo mi cuenta personal de gmail, no del diario. El tipo me respondió en un primer momento muy bien, muy amable, me mandó su enorme currículum pegado en el mail, y me dijo que sería mejor que nos encontráramos personalmente. Yo respondo diciendo que me encantaría, pero que eso es imposible, porque estoy en Italia. Pero que por suerte, gracias a Internet, puedo seguir trabajando y colaborando con varios diarios. Me responde de nuevo dos frías líneas diciendo: "cómo puedo saber que de verdad trabajás para el diario, dame más referencias y seguimos hablando".
Aaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhh buenoooooooooooooooo.............................
Yo no sé, si soy muy confianzuda, si me habitué a esta vida virtual (hasta demasiado), si me olvidé de cómo es el argentino medio. Esta persona podría haber hecho una googleada rápida con mi nombre y encontraba decenas de notas. No hay muchas otras periodistas con mi nombre.
Doy enseguida mil vueltas a la tortilla y mientras sigo en dilema sobre qué hacer, pienso en cambio en cuál es mi actitud habitual. Este año, me embarqué en un nuevo trabajo sin conocer más que por referencias virtuales a la gente con la que me ponía a laburar. Durante tres meses laburé mucho, ocho, nueve, diez, doce, trece horas por día sin ver un mango. Pero la agencia tenía excelentes referencias, y la persona con la que yo trato aún hoy por skype y mail es sencillamente divina. Humanamente me cierra. Y es como que a mí las intuiciones no me fallan.
Después de tres meses vi el primer pago. Y allí empezaron a llegar uno atrás de otro, siempre con retrasos, pero no importa. El trabajo es constante y me encanta. Y arriesgarme, aun pagando un precio enorme, valió la pena. Y en dos meses de laburo gano lo mismo que en un año de mi trabajo habitual en Argentina. Pequeña diferencia que hace la diferencia.
Por eso mismo me chocó la actitud de este tipo. Porque yo de antemano confío. (Y porque existe google hombre, existe internet). Es sólo la segunda vez que me pasa en nueve años de laburo, que alguien a quien le escribo por una nota desconfíe de que en realidad la voy a publicar y no le estoy jodiendo la vida.
Final de la historia: le escribí un mail detallando al menos diez links a mis notas, que me tomó veinte minutos de mi precioso tiempo, y ofreciéndole también que escriba a la redacción del diario, a lo que respondió "con eso alcanza y sobra, gracias". Quizá esos veinte minutos eran los que tardaba en buscar otro contacto para la nota. Pero qué le vamos a hacer. Así es mi vida. Llena de segundas oportunidades. Y terceras, y cuartas, también.

martes, 4 de mayo de 2010

Un poquito de todo

Sigo sin poder hablar con la mamá de Joaquín, pero las noticias por mail son alentadoras, así que empiezo a salir del bloqueo. Hay cadenas de oración por todas partes y muy a pesar de todo mi escepticismo, en este momento no puedo evitar creer, aferrarme a algo.
Mi amiga Mónica, mi vecina, mi compañera de todo este año, la mamá de la "bereeeca, berecosquiiii" -así la llama Emilio a Rebecca apenas se levanta y la siente del otro lado de la pared- parte mañana y la puta madre, ya la estoy extrañando, ya estoy extrañando este año siciliano tan pero tan lleno de cosas buenas.
El fin de semana fue un exceso de esas cosas buenas. El sábado asado en casa de los compañeros de Pablo, casita junto al mar, hijo feliz que no me dejó comer ni media costilla (ponele) porque apenas me daba vuelta para hincar el diente se hacía 200 metros a la velocidad de la luz y ya tenía las patas en el agua. El domingo, asado también (más carne como, más comería, es como si fuera adictiva, qué mal), en casa de mi amiga del negocio de juguetes de madera, los juguetes más lindos del mundo, esta vez en la montaña. Con excursión por caminitos llenos de olivos, y naranjos, y limoneros, y comer las naranjas recién arrancadas de la planta. Mi hijo se la re banca. Caminó kilómetros en subida, después me lo tuve que traer a la rastra en bajada.
Ahora me parece que tiene otitis, se pasó la noche llorando, pero bueno. Esto es así. Yin y yang si no, no sería vida.