domingo, 30 de octubre de 2011

La vida de a cuatro

Es como que hay que romper un poco el silencio en este blog. ¿Quedará alguien del otro lado? Quiero creer que sí, pero más allá de eso, yo -egoístamente- necesito recuperar este espacio. Y, no tan egoístamente, necesito compartir con quienes quieran oírme las delicias de esta segunda maternidad. Aquí estamos todos enfermos de Federiquitis, embobados con la pequeñita, desde el primogénito, hasta el papá, y por supuesto yo. Embobados. Ella se ríe y se ríe, le hablamos y no para de reírse. Toma teta, a su ritmo (nada de demandas locas cada una o dos horas como Emilio), duerme, a su ritmo (duerme, definitivamente, se despierta para tomar teta, pero nada de llantos, nada de desvelos, nada de nada). Y duerme en su moisés. Eso, definitivamente, después de tantos años que Emilio duerma con nosotros, parte de la noche, toda la noche, idas y vueltas, de buscar teorías que me amparen... es lo más increíble de todo. Ah, no, lo más increíble es que Emilio también se fue casi definitivamente de nuestra cama. Es como que al "recibirse" de hermano mayor, quizá sienta esa responsabilidad de adueñarse de su camita. ¿Será? Ahora voy a aprovechar la siesta matutina de Federica para tomarme unos mates, mientras Emi juega con sus autitos. Y por supuesto, me taladra la cabeza para que juegue con él. Súper divertida e intensa esta vida de a cuatro. Me gusta, me gusta, me gusta.