En este momento, estoy frente a la cordillera, acabamos de almorzar con una cervecita (a ver la etiqueta...) Kunstmann! Dice el mozo, muy amable, que es producida en el sur del país, en Valdivia. Sí, estoy en Chile. Y no comí salmón, pese a que mis vecinos de mesa me hicieron entrar ganas.
Hablando de mis vecinos de mesa, a veces me dan vergüenza ajena y propia los argentinos fuera del país. Si te sentás a comer en un aeropuerto, mamita, disfrutá, pará de sacar cuentas en pesos chilenos y dólares, y hasta pesos argentinos, porque no te vas a comer ni una mísera hamburguesa como la que me acabo de comer yo, que era lo más barato, pero estaba muy, demasiado rica! Y si estás en Chile, pará de preguntar si hay vino argentino. Y si pedís cheese cake, quién te dijo que está hecho de chocolate, mujer?!!
Bueno, anécdota aparte, aquí estamos, esperando el avión. Logramos que nos saquen el pasaje evitando Aeroparque (amigas porteñas no se ofendan, Buenos Aires es hermosa, pero volando prefiero ir por Chile). Y en tres o cuatro horitas estaremos tomando un avión de Air France para pasar por París, esperar otras cuatro horas allá (qué ganas de escaparme aunque sea unos minutos a respirar el mismo aire de Malén!), y luego de nuevo partiendo hacia la Roma de Marce. Y allí no sé, tal vez alquilar un auto hasta nuestra nueva ciudad adoptiva, tal vez un dirigente nos va a buscar. Estoy feliz y serena. Primer viaje de ida los tres juntitos. Primer viaje de ida con Pablo. Discusiones eternas por el equipaje, por qué prendas dejar, llevar, regalar... pero objetivo logrado al fin. Maratónicas sesiones de saludos. Despedidas eternas. Familia a pleno (faltaban los recién casados en Punta Cana, pero vía mail presentes igual).
Y Emilito hermoso, sereno también él. Dos días, dos noches de haber dormido bien. Ya no recordaba como se sentía. Sin vómitos, sin tos. Parece que después de rebotar de un lado a otro le dimos en la tecla. Y sabés dónde? En el hospital público. Me dijeron sacale ya todo, antibiótico, reliverán, todo. Es simplemente un chico muy alérgico, casi asmático. Si tenés antecedentes (sí, como no, claro, todavía me acuerdo el silbidito, la sensación de ahogo, las despertadas en medio de la noche y la satisfacción de ser la única hija de mi mamá por un rato). Y bueno, tratamiento con budesonide y salbutamol por seis meses.
Ah, sabían qué? Lo bautizamos al gordo en este tiempo que estuvimos aquí. No es que estábamos súper convencidos de hacerlo miembro de la apostólica romana, pero son ritos. Ritos y ritos, y no sé, teníamos ganas de celebrar algo. De celebrar nuestro hijo. Y así fue. La pasamos re bien, con familia y amigos, y como le regalé a mi vieja la cámara de fotos antes de venirme, y no tengo otra cosa para dejarles una postal de lo que estoy viendo por mi ventana ahora, les dejo una fotito del bautismo. Para que vean la facha del gordito, mi cara de agotada-resignada y mis queridos abuelos.