sábado, 25 de febrero de 2012

Ellos, el verano, olorcito a felicidad



Siempre, siempre, toda mi vida, amé el invierno. Herencia de mi madre. Qué lindo que es el invierno para poder hacer tortas y escones, encerrarte a tomar café con leche o matear tranquilos, es más lindo para ser productivos también, nada de andar de aquí para allá sudando la gota gorda para hacer trámites, o simplemente sudar frente a una computadora, como me sucede desde que estoy aquí. Pero creo que ya me acostumbré a sudar feliz. Tomo tereré y transpiro. Me acostumbré a bañarme todas las veces que pueda y tenga ganas, a que a pesar del aire acondicionado haga calor en casa, y que ni siquiera de noche se puedan abrir las ventanas para que refresque. Pero qué lindo que es el calor correntino. Ahora entiendo por qué también acá tienen los mejores carnavales del país (que no se ofendan los de Gualeguaychú).
Me quedan pocos días correntinos y ya estoy extrañando esta ciudad. Un mes y medio largo hace que estoy aquí y creo que nunca me adapté tan rápido a algo. El otro día cuando llevé a mi hermana a la Costanera, manejando, y mostrándole las calles (que Emilio ya se sabe de memoria), me di cuenta cuánto me adapté y qué rápido. Será que uno ya viene con el chip preparado para estas cosas. O que es Argentina. Si me pongo a pensar, en Capo llegué a hacer algo como lo que hice con mi hermana, manejar esas distancias, y con esa tranquilidad... mmm... dejame pensar... creo que me llevó seis meses por lo menos. ¿O más? Creo que un poquito más.
El invierno también tiene que ver. Te encierra más.

Ah, dejo de filosofar baratamente. Me llaman a la realidad los gritos de la gordi.
¿Vieron las fotos? De la gorda cada vez más gorda, y del flaco cada vez más flaco (y pelado).


domingo, 12 de febrero de 2012

domingo a la mañana

Mi hijo es fanático de los deportes. Quizá es una consecuencia lógica de ser el hijo de un deportista profesional, una madre que siempre ha disfrutado de practicar y mirar deportes, e hiperactiva por naturaleza (hasta que en algún momento de la vida se me desencadenó el gen fiaca, o el gen adultez, por el cual siempre hay algo más importante que dedicarme a mover las cachas) o no sé, es él así y punto. Su fanatismo pasa, por ejemplo, por despertarse y que la primera cosa que haga sea prender el televisor y mirar "deportes, por favor, mamá". Eso implica fútbol, rugby, básquet, tenis... en ese orden. Pablo suele contar como anécdota que en Italia se levantaba a las siete y media y ponía Rai Sport Italia y miraba cualquier moco que encontraba, como ciclismo de los años '50 en blanco y negro. Y es verdad.
Después de la dosis televisiva, empieza la cuestión motriz. Tenemos un aro (de básquet, tengo que aclarar??) que transportamos para todos lados, comprado en Decathlon y con el que empezó a meterla desde antes de caminar!!! La pregunta obligada es: "mami, es la hora de la siesta?", así sabe si puede empezar a picar la pelotita. Después sigue fútbol, pateando contra aros improvisados en las puertas y yo pidiéndole por favor que evite manchar las paredes del departamento a estrenar en el que nos hemos metido. Y por último el tenis, con su mini raqueta también de Decathlon (por qué no existe algo así acá, eh??) corriendo por los pasillos y pidiéndote encarecidamente que seas su entrenador.
Algo así, casi todos los días, a prácticamente toda hora... menos mal que mañana empieza el jardín.
Esto venía a colación porque esta mañana, cuando estaba mirando rugby, Nueva Zelanda e Inglaterra, y después Argentina y Sudáfrica, preguntando nombres, números de jugadores, banderas, etc, etc, etc, todo lo que puedas imaginarte, me dice: "MAMI, SI ESTO SE JUEGA EN ARGENTINA (que de hecho, no), QUÉ SUERTE TIENE LA ABUELA!!"... "¿por qué, hijo?"... "ELLA ESTÁ EN MORTEROS, EN ARGENTINA!!!"... claro, porque Corrientes, no está en Argentina para vos, no es cierto???!!!! Y no hay forma de hacérselo entender. Argentina es sólo una para él. El lugar donde están sus abuelos, sus bisa, su perra Sasha, su gato Ricardo, mis amigas y sus hijos, su inseparable amiga Cata...
Qué dulce confusión que tiene, mi vida.

jueves, 2 de febrero de 2012

Del Mediterráneo al Paraná

Aquí sigo, gente. Ocupada lidiando con el calor, los niños, la casa, el trabajo, y la felicidad constante de saberme en Argentina. Muy ocupada tratando de aprender el arte de hacer un buen tereré. Ocupadísima en vivir el momento. Hoy estamos aquí, en Corrientes. Una ciudad hermosa, con las típicas contradicciones de la Argentina, pero hermosa al fin y al cabo. Por suerte no perdí la capacidad de asombro y sigo divirtiéndome como una niña con las cosas nuevas, como la gente que anda con sus termitos y sus reposeras como incorporadas al cuerpo, para todos lados. O la alegría de ver playas de arena doradas junto al Paraná, algo que nunca hubiera imaginado. Y saber que toda esta belleza es nuestra, es mía, es argentina.
Decía, retomando, hoy estamos aquí, mañana no sé. Pero no me importa. Tengo todo lo que necesito para ser feliz. Tengo, fundamentalmente, la decisión tomada de querer ser feliz a toda costa, y eso creo que es lo importante.
Quiero seguir escribiendo más seguido, de pequeñeces, las pequeñas cositas que me hacen feliz cada día, o que me enojan, o que me cansan, o que me divierten. Pero a veces sencillamente no hay tiempo. Ojalá sigan por ahí. Yo, aunque muda, ando deambulando por los blogs de todos. Sepan disculpar los silencios prolongados! Ahora los dejo, que se me entibia el tereré!! :-)