Febrero es un mes demasiado breve y cargado de muchas cosas, y a mí que últimamente el tiempo me pasa demasiado rápido, se me esfuma de entre los dedos sin que llegue a darme cuenta cómo y cuándo sucedió todo, este año directamente me superó. El San Valentín me encuentra siempre mal parada, improvisando algo, pidiendo perdón o acordando tácitamente que no habrá demasiados homenajes, porque total "nosotros sabemos que nos amamos" (cosa que no está tan buena tampoco). El 22... ay,
el 22. Emilio tenía fiebre y siendo las 22, estábamos los tres en la cama grande tratando de que se duerma, controlándolo, y calmándolo. Suena el teléfono, y semi dormida, atiendo. La voz de mi mamá: "¡¡¡Felicidades!!!"... silencio total, mi cabeza tratando de conectar las pocas neuronas sueltas que andaban por ahí a esa hora... "¿qué, por qué, de qué?... ah, no, no te puedo creer, mi aniversario de casadaaaa!!!". Me olvidé completamente por primera vez en cuatro años. Siento que es grave. Y en una semana justita, el primer día de marzo, pero que parece casi febrero, llega el cumple de Pablo, mi oportunidad siempre para redimirme después de las omisiones por las otras dos fechas importantes.
Y mientras tanto, la panza crece, hicimos ecografía pero no pudimos saber todavía si es una nena u otro varón. Estoy en la semana 19 y espero ansiosa el viernes que viene para poder darle una identidad definitiva a este otro bebito que crece también demasiado rápido.
Y tengo también pasajes en mano para el 30 de abril volar hacia Argentina. Y tengo la certeza de que quiero intentar el parto natural después de la cesárea. Y la alegría de ya sentir sus movimientos. Y de que Emilio me pregunte a cada ratito por su hermano, o hermanita, que se invente nombres, que haga planes, para cuando estemos con los abuelos, para cuando seamos cuatro, para cuando tomemos el avión. Y el orgullo de que ya escriba su nombre. Y las ganas de comérmelo cuando lo tengo en casa para que no se enferme, y le digo, te quedás acá, no vas al cole, así yo te cuido, y que cuando se despierte me diga "mami, gracias, gracias por cuidarme". Y que su primer dibujo "de la figura humana" haya sido yo con el bebito en la panza. Y también Papá Noel, su personaje favorito, una mezcla de monstruo que encarna todos los miedos, y de generosidad inmensa que todo lo puede.
Todo pasa demasiado intensamente, tengo todo lo que quiero, y lo que no está ahora, es casi como que tengo la absoluta certeza de que llegará. Todo en su momento. Hubo un tiempo lleno, llenísimo de sacrificios. Pero siento que cada uno de esos momentos de distancias, de despedidas eternas, de volverme y sentarme frente a los libros, con el corazón anestesiado para no extrañarlo, y con la obstinación de correr tras mi meta para poder tarde o temprano estrecharme en sus brazos para siempre, pero con algún logro absolutamente mío en mi haber, todo, todo eso valió la pena. Incluso las ilusiones rotas y el orgullo herido. Las idas y vueltas. Las lágrimas. Los aeropuertos. Las terminales y los colectivos olorientos.
Y después Emilio, pelearme con mi yo, ese yo que había construido con tantos años de luchas internas y batallas externas, esa identidad de mujer fuerte e independiente, de mina autosuficiente, entender que algo tan pequeñito podía derrumbar todas tus estructuras. Seguir adelante. Y después de asomar la cabeza entre las aguas oscuras del puerperio, buscar nuevos desafíos, ponerme nuevos objetivos. Y lograrlos. El año pasado laburé mucho, mucho, mucho. Muchas más horas de las que podría haberme imaginado. Era un desafío para mí misma, era reestructurarme y reencontrarme conmigo después del maremoto de la maternidad. Y todo fue posible gracias a la generosidad inmensa de Pablo, al padre increíble y al compañero incondicional que es. Hoy estoy aquí, reinventada, y feliz, y dispuesta a abrir mi corazón de nuevo a ese bebito que vendrá a revolucionarme otra vez la vida. Y a multiplicar el amor que nos sostiene como familia.
El blog también es parte de todo ese camino. Por eso tenía que contarlo también aquí. Sobre todo aquí. Gracias por escucharme.