miércoles, 23 de diciembre de 2015

Sobre este 2015 que se va y mi fobia a deshacerme de algunas cosas (¡fotos!)



Por obligación, tuve que ponerme a borrar fotos en el teléfono. Eso es lo que tiene esto de vivir en la era del smartphone. Uno -bah, una, yo, no sé si todos- registra cada momento y satura cualquier memoria. Ni quichicientos gigas te alcanzarían a vos, me dice mi marido.
El problema está, me di cuenta, en mi incapacidad de darle delete, delete, delete, tachito de basura, tachito de basura, a cada una de esas bellas fotos de cada uno de esos únicos momentos de mis hijos. Esos momentos que uno sabe que no volverán. Hice backup en la compu, sí, les respondo a los que ya estarán preocupados del otro lado de la pantalla. Pero de todos modos, no les puedo explicar el nudito en la garganta y en la boca del estómago que me daba borrar cada foto de Federica sonriente con hojas de otoño, con colores primaverales, con mallita y antiparras... de Lolo sentado, Lolo gateando, Lolo parado, Lolo corriendo en el patio. Claro, un bebé que hoy tiene poco más de año y medio empieza el año sentado y termina el año dando saltos por todos lados. Qué increíblemente loca que es la vida. No perdona. Arrasa.
Y me di cuenta también de que, sin querer queriendo, me sirvió para hacer un balance así, como al pasar, de este año que se va.
Fue un año en el que disfruté mi casa como nunca. Un año en el que finalmente me decidí a decorar un poco. Cambié el tapizado del sillón de tela por cuerina, para convertirlo definitvamente en un nidito lavable donde mis niños duermen, juegan, mimosean, ven pelis, ven Peppa, comen... y sí, soy una mamá algo permisiva. También compré cuadros, invertí en Arredo en una funda para sommier, reciclamos la cuna que fue de Pablo y ahora es de Lolo, rescaté de la vieja carpintería del abuelo de mi marido no solo esa cuna, sino también una repisa en forma de casita para Federica. Hice pintar la cama con respaldo de mi abuela para Fede, también, que ahora tiene una cama que parece de princesa. Mis hermanas cosieron banderines para ambas habitaciones. Me dediqué un poco más a las plantas. Plantamos unas achiras en el jardín de adelante y siempre vienen hermosas.
(Agregué varias fotos a este post, me pareció casi imprescindible).
Miré muchos atardeceres, pasé muchas tardes con mis hijos, estuve en todos los actos, en cada partido de básquet y de fútbol de Emilio, fue el año en que aprendí a decir que no a algunos trabajos, para dejarme libre el fin de semana. Gran avance.
Fue el año, también, en el que Federica descubrió su amor por la natación y por Peppa. En el que empezó salita de tres del mismo cole que Emilio y descubrió también una admiración inmensa por su seño Roxana. Fue el año en que dejó de decir ere, para pasar a decir errrre, bien fuerte. El año en que le tarareé mil veces "Erre con erre guitarra, erre con erre barril, ruedan que ruedan que ruedan las ruedas del ferrocarril". Fue el año que empezó dándole la teta a Lolo y termina conmigo dándole la teta a Lolo, pero cada vez menos.
Fue el año, también en que me decidí a armar linda la oficina en casa. También fue el año en el que puse los dos relojes, el de los clientes europeos y el mío. Fue el año en que acepté también tener a alguien más que me ayude a la tarde con Lolo en casa.
Fue el año en que Pablo hizo muchos asados, pero también mucha dieta, fue el año en el que me compré una nueva bici, en el que me tomé un poco más en serio hacer deporte y gimnasia y volví a disfrutar de mi cuerpo.
Fue el año en que Pablo recuperó su rodilla, después de una tercera operación y mucho duelo familiar. Fue el año en que casi sin darnos cuenta, hicimos la transición de ser la familia de un jugador de básquet a esto que somos ahora, una familia con dos padres traductores, freelance, emprendedores y que hacen malabarismos para estar muy presentes y trabajar mucho, gracias a... ¿Dios?
Fue el año en que Emilio cumplió ocho e hizo cumple de Boca, el año en que Fede cumplió cuatro e hizo cumple de Minnie, y Lolo, con su añito, un festejo familiar con ravioles para tutti.
Fue un año en el que disfruté de muchos mates con Mariela, me animé a nuevas amistades y a evaluar de verdad qué lugar ocupa cada persona en mi vida. Con poquito tiempo disponible para el boludeo, la vida misma se encarga de poner en el lugar todo.
Debe haber sido, sin dudas, uno de los años más felices de mi vida.



























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