sábado, 12 de marzo de 2011

¿Podés parar con las fotos?


Enojado, pelos revueltos, cara con rastros de moco y de chocolate: no es por cierto la mejor carta de presentación de una madre, pero la intensidad de esa mirada me mata.

¡Holaaaaaa!


¿No está como demasiado alto, demasiado grande, demasiado, demasiado?

Hoy... aquí... ahora


Seguimos monotemáticos... hoy, mates frente a este mar, con mis hijos. Qué más se puede pedir.

(inevitable que mi cabeza vaya hacia ese otro mar, del otro lado del mundo, por eso el hoy, aquí, ahora... más que nunca... y el corazón que se estremece)

viernes, 11 de marzo de 2011

Mates con ella...

Hoy es una de esas mañanas en las que empezás temprano, y sin embargo, la procrastinación (¡palabra del año!) te doblega sin que puedas hacer demasiado. Pruebo todas las estrategias de "productividad" que leo en algunos blogs por ahí, y no, no hay forma, la concentración tarda en llegar e instalarse. Emilio se despertó a las siete, a las siete y media ya quería jugar al básquet conmigo, que pueden imaginarse las ganas que tenía de andar saltando y corriendo por el living de casa, sin haber desayunado. Negociamos y desayuné y luego jugamos básquet. Y luego dejame que plancho tu delantal, bueno má, yo juego un rato con Manny Tuttofare. Negociando, negociando, saco la basura, le lavo los dientes (persiguiéndolo por toda la casa), le pongo perfume, lo peino y partimos. Ah no, me olvidé los pañuelitos de papel, vuelvo a subir, busco y finalmente salimos. A las nueve ya estoy en casa de vuelta, con ganas de tomarme unos mates y ver si arranco con varios trabajos pendientes, de esos que no son urgentes, pero para los que "hay" que sentarse, para escribir, para lograr algo bueno, para mandar a diagramar. Respondo mails, reviso la cuenta del banco, hago tareas mínimas mientras postergo las importantes. Me hago el mate, finalmente, me como una tostada con mermelada de mandarinas (alucinante). Y ella que patea, patea, qué bueno que te guste el mate. No lo puedo creer todavía, será ella, será una nena, y si bien se me parte el alma cuando veo algo de desilusión en la mirada de Emilio, que lo siente casi como una derrota de género ("mami, y Tommaso va a tener una hermanita también, no es cierto"... "no hijo, él va a tener un hermano"... "no, no, feminuccia, feminuccia también"), no puedo esconder mi ilusión y mi alegría, por esa compañera de la vida que imagino en esta hijita.
Mientras intento controlar los impulsos de comprar ropita irrefrenadamente (tuve que hacer alguna que otra compra, absolutamente justificada, porque con las liquidaciones invernales encontré gangas increíbles... y los precios que me comentaron de Argentina me parecen ridículos), busco información para hacerme una eco 3D y confirmar, otra vez, que sea ella.
Y también llega el nombre, ponernos finalmente de acuerdo, sentir que va perfecto con ella, con ella que está y no está, que imagino, que sueño, que me acompaña, que se va plegando a mis ritmos y a mis gustos, que ya amo tanto. Y que, vamos, también a Emilio está conquistando poco a poco. Tanto que ahora no se duerme sin preguntarnos: "¿Mami, papi, saludaron a Federica?".
Muero de amor.