jueves, 23 de septiembre de 2010

Notas al pasar

- Hice nota sobre Twitter y salí corriendo espantada, no vaya a ser que me atrape en serio. Me metí tipo trabajo de campo antropológico y todavía no sé si que Cristina, Macri, Chávez y todo el resto de los políticos tengan un Twitter tan abierto y "espontáneo" (hasta infantil, a veces) es bueno o malo.
- Lo de la nueva escuela de Emilio es todo un éxito. Se levanta temprano, pide que lo vistas, llega corriendo y pregunta "C'è Tommaso?" (al principio era "¿Está Tommaso?)... y se manda para adentro, a veces vuelve corriendo porque se da cuenta que se olvidó de darme un beso. Me parece que el motivo de los llantos con la guardería de antes era que los padres no se lo tomaban en serio. Mea culpa.
- Sigue haciendo entre 25 y 30 grados, ayer el mar estaba planchadito como una pileta, y Emilio chapoteó feliz como una hora. Llegué a sacarlo a tiempo porque el nubarrón que se venía parecía El día después de mañana... y mientras se largaba el diluvio el niño durmió una siesta de como tres horas. Qué placer.
- Me llama poderosamente la atención que muchos de ustedes (por no decir todos) me noten tan pero tan bien desde que estoy en Sicilia. Y que se transparente tanto en mi blog. Y también no deja de sorprenderme que me lo digan y se alegren conmigo, por mail, o por comentario. Se nota que me bancaron momentos depre (a veces ni quiero ir para atrás en las entradas del blog y releerme en crisis, no vaya a ser que me atrape de nuevo cual agujero negro). Y no es que me convertí en una boluda alegre, tengo mis crisis por ahí, pero hay mucho de voluntad en esto de ser feliz. Es un poco decirse "quiero" ser feliz. Y repetirlo como un mantra. Por ahí se termina dando.
- Hablando de mantras, leí "Comer en Italia, Rezar en la India, Amar en Indonesia" y es como si hubiera ganado una amiga. Liz Gilbert, si me encontrás por ahí, tal vez te quieras dar una vuelta y darle una segunda oportunidad a esta isla (hay más, mucho más, atravesando las murallas de la fea Messina).
- Ah, lo del baby. No, por ahora lo posponemos. Odio tener que planificar tanto algo que para mí tiene que ser espontáneo, pero con la vida que hacemos, no puedo pensar en dar a luz en el verano italiano, en una villa turística como ésta, donde por dos meses estivales me piden más de alquiler que los pasajes para irme a Argentina. Esperaremos un par de meses.
- Por las dudas, estoy leyendo a Laura Gutman. No sé si me hubiera servido durante el puerperio, no tenía ni tiempo ni ánimos, pero ahora que lo atravesé puedo entender cada una de sus palabras y decir "yo pasé por eso". Y saber que sí, que se puede salir tremendamente fortalecida de esa experiencia cuasi surreal.
- Aun corriendo el riesgo de cansarlos, lo digo de nuevo. Pero qué linda es esta isla. Hoy manejé de Capo a Brolo por primera vez, 10 kilómetros absolutamente sola, con sol radiante, por camino de montaña y el mar allá abajo, vistas impagables sobre el Tirreno. No, yo no voy a terminar de acostumbrarme. Y qué boluda fui por no hacerlo antes. Otros desbloqueos. Otras trabas que me voy quitando.

viernes, 17 de septiembre de 2010

casi una vida normal

Ayer Emi empezó el jardín de tres. Todavía no los tiene, un mes y ya sí. Pero entra ya en la salita, una salita en la que están todos juntos: nenes de tres, cuatro y cinco años. Es la escuela estatal, pública, y estoy muy contenta de que vaya ahí (a pesar de que casi me peleo con Pablo porque yo había decidido que siga en la del año pasado, que era privada, porque conocía a las maestras, etc, etc, pero bueno, muy en el fondo y aunque no lo diga abiertamente, estoy chocha del cambio). Ayer me desperté 6.30 y no a trabajar, sino de ansiedad. Él a las 7.30 ya estaba arriba también, y antes de las 8.30 estábamos afuera de la escuela en medio de esa muchedumbre de niños bronceados, madres chillonas, algún extranjero con saco a pesar de los 30 grados, conocidos, amigos, mucha buena onda. Los infaltables llantos, que sé que se disipan apenas pego la media vuelta, cierro la puerta y hago 100 metros con el corazón estrujado. Lo sé, pero inevitablemente sufro. Hoy nos levantamos un poquitín más tarde, llegamos casi a las nueve, pero todavía es todo muy relajado, así que bueno, zafamos. Más llantos y reclamos y quedate al lado mío, y por favor no te muevas, pero cuando al mediodía lo fui a buscar tenía una sonrisa de oreja a oreja, y eso me lo dice todo.
Comimos pasta con brócoli muy rapidito, me había pasado la mañana haciendo buenas nuevas migas con la argentina mujer de otro jugador, que me recuerda tanto a mi amiga platense Loli (ella también es de La Plata), y me cae tan simpática que creo que sí, que vamos por buen camino. Y después del almuerzo, al mar. Treintayún grados. Sol, mar y calor y charla de nuevo con Silvia, la platense, y juegos con los dos hombrecitos que tiene por hijos (los ídolos del mío, claro, obvio). Y así nomás, después de una buena ducha rápida, todos a mini básquet a las cuatro y media de la tarde. La felicidad que tenía mi hijo era indescriptible. Todos esos nenes haciendo la cosa que a él más le gusta en el universo: picar la pelota y tirar al aro. Como su papá. Se sentía tan grande que me saludaba desde la cancha y me decía "chau, hija" (ése es un juego tonto que hacemos a veces, que yo soy la hija y él el papá).
Ahora, como pueden imaginar, duerme como un angelito destruido.
Yo estoy casi como feliz con esta vida que roza lo normal.
La semana que viene vamos con Silvia al médico a controlar mi situación reproductora, y ya me tiro de cabeza a por el segundo. Tengo demasiadas ganas. Y ella se lanza a la odisea del tercero. Nosotros también, como Vale en aquella del norte, me parece que vamos a poblar la isla de argentinitos!

martes, 7 de septiembre de 2010

Retomando la vida itinerante...

Y claro, se acabó el receso, se acabó la pausa, y aquí me tienen, arremetiendo con el blog. Se nota que aquí, en el exilio, se me hace vital. Ustedes sabrán entenderme.
Llegué el domingo a la medianoche a Sicilia, y por supuesto que toda esa sensación como de caer al vacío de cada nuevo año fue un poquito mitigada por volver a la misma ciudad, que Emilio reconozca las calles cuando nos íbamos acercando a casa, y que quiera jugar en su habitación, y que le haga fiesta a cada uno de los juguetes que habíamos guardado y que Pablo había preparado con tanto amor. Claro que sí, no puedo ser ingrata. Pero estuvo, estuvo esa sensación de quién me manda otra vez acá, quién me manda al destierro de nuevo. Sé que es pasajero, ya de a poquito le voy agarrando la mano a todo esto de nuevo. Pero hasta a ser muy hija me acostumbré demasiado rápido. Y ahora juro que veo el piso blanco pulido este que no hay con qué darle, que se cae una gota y ya está, un pelo y sonamos, y casi que me agarra un ataque de pánico.
Pero ésta soy yo, ésta es nuestra vida, ésta es mi familia y mi realidad, así que nada, a meterle el pecho, a poner los pies sobre la tierra, y a aguantarme, muchachas y muchachos, que el blog siempre supo devolverme la cordura.