Ese será el lema de este año, así me lo he propuesto, y parece que de algún modo estoy domando la parte rebelde e inconformista de mí misma. Inconformista al pedo nomás, porque estamos de acuerdo en que ser conformista no es bueno tampoco, pero mi inconformismo molestaba, estaba ahí rompiendo las bolas permanentemente, obstaculizando la vida de familia feliz que estamos tratando de hacer, estorbando inútilmente y no haciendo otra cosa que generarme un estado de permanente insatisfacción que no me dejaba ver lo bueno, hermoso y bello que tengo a mi alrededor, ni disfrutar todas las cosas que me pasan. Y el clic me hizo una vez que la mujer de un jugador (una mina que considero con sesos, porque también estamos de acuerdo en que hay de todo entre las señoras de los deportistas) dijo, sí tengo treinta años, y no me puedo quejar absolutamente de nada de la vida que llevo. Y la sentí tan feliz al hacer esa afirmación. Y me entró una sana envidia. Y me empecé a preguntar qué se necesitaba para hacer una declaración de ese tipo. O yo soy una mina a la que le va la onda melanco, todo mal, existencialista al mango... que sí, tuve mis momentos de adolescencia, leer a sartre, camus, y todos ellos y no entender para qué carajo vivimos; o no, soy una mina enamorada de la vida, alegre, amiguera, sociable, que le encanta estar con gente, reunirse por el solo hecho de juntarse, charlar, reí pasear por el solo hecho de pasear, cocinar por amor al arte y a los que comparten la mesa, hacer regalos, dar besos y abrazos, y mandar mails, y chateos alegres, y llamadas sorpresa... sí, soy más esta última.
Basta de estar amargada, trabajando desesperada cumpliendo horarios cierres entregas para ver mis notas publicadas porque sí, porque necesito desesperadamente que esa parte de mí sea reconocida, porque no quiero ser simple ama de casa. Basta basta basta. Basta de querer cumplir con todo y si dejás algo de trabajo parece que se le viene el mundo abajo al diario a la editorial a tu jefe. No no no. No es así. Nadie se muere nadie es irreemplazable. Y tampoco es blanco o negro. Están los grises. Puedo trabajar menos y no por eso dejar todo, así como esos arranques de locura que te agarran y querés tirar a la mierda la compu y no ver más un quark en mucho tiempo. No no no. Ahí estamos, en el gris, trabajando menos horas, pudiendo cocinar, pudiendo compartir tiempo con pablo a la noche, pudiendo disfrutar de emilio sin que me llore al lado y yo indolente seguir tecleando, y la angustia que se me acumulaba dentro, y crecía y crecía, no te la puedo explicar.
Sigo paz y amor y felicidad, y eso que sigo en el hotelucho, que sigo con valijas a medio deshacer y cajas dando vueltas, y lejos de todo, en medio de la ruta, que sí o sí necesito auto para cualquier mandadito pedorro que se me ocurra hacer. Sigo paz y amor y aguanto hasta el 5 de octubre que nos den la casa. Aunque emilito tenga que pasar su primer cumple medio gitano, no importa, estará la vela, la torta, estaremos nosotros, estarán nadia y coco y juan y raniero tal vez y su abuela, y sacaremos fotos, y estaremos muy felices. Aunque no tengo banda ancha, aunque no tengo cable, aunque no tengo horno y me arreglo con dos hornallas eléctricas, y el microondas que recuperamos de las cajas. Y una vez que me den la casa, ahí me empezaré a mover para la guarde de emilio, así también tengo un par de horitas para estar más tranquila, y trabajar con aun menos estrés.
No es imposible. En argentina toqué fondo y dije que este año no me iba a dejar comer la cabeza por angustias y fantasmas y presiones inventadas por mí. Quiero disfrutar esta etapa de mi vida, que por algo -como lo sugiere la cabecera del blog, como tan bien me entendió malen- es una permanente temporada de cerezas.