miércoles, 29 de junio de 2011

Ya está...

que te sientas floja, y mareada, y con la tensión baja, una apatía general, sumada a las 36 semanas y medias de embarazo, y que tu mamá te prepare los zapallitos rellenos y tu abuela el pan lactal con costra dulce, esas dos cosas que pedís desde que llegaste, pero hoy, todo junto, así sin necesidad de pedirlo, dejen, ya está, ya se me pasó todo, eso no tiene precio.

lunes, 27 de junio de 2011

no tenés autoridad, nena

Llegó finalmente el marido, cenizas del volcán y atrasos correspondientes mediante, y el niño se transformó de manojo de nervios rebelde y desobediente, en una absoluta sedita que hace lo que le dicen y te abraza y te besa y te dice qué linda que sos mamita, qué lindo que sos papi. A veces es realmente desahuciante ser madre. Y que encima te digan claro, es que no tenés autoridad sobre el chico, ponete las pilas con la segunda a ver si te da bola, y bué tampoco es tan alentador que digamos. Pero me puse a pensar y no sé si me interesa tanto el "tener autoridad sobre el chico" dicho en esos términos. ¿Es esencial eso, me pregunto? No sé, estoy perdida a veces. Sé que es importante que conozca que cuando yo digo no, es no. Y trato de ser firme con eso. Pero en el fondo, prefiero que me ame, que sepa que lo amo, transmitirle lo que para mí es importante de la vida. Y los caprichos, y rebeldías, supongo que por algo son, en algo se originan. A mí me interesa que funcionemos como familia, y funcionamos. Estos dos meses sin Pablo no eran más que un simulacro del niño sin padre, con madre embarazada, en un lugar relativamente nuevo, readaptándonos. Veámoslo así. Justifiquémonos. No sé. I need a psicoloco me parece.

martes, 14 de junio de 2011

volviendo sobre mis pasos

Con respecto al mundito feliz, tengo que retractarme. Maldita prejuiciosa. Es sano reconocer los errores, ¿no? También en el blog. La fiesta estuvo mejor imposible, el lugar me sorprendió, y no sé cuánto tuvo que pagar mi amiga al final, aunque sacando cuentas un cumple en casa cuesta casi lo mismo, pero nos insistió para que nos quedáramos y fuimos varias madres que terminamos ahí, charlando charlando charlando, y dándole al morfi, que sí, confirmo para Ali y Betty, el problema es ése, las mamás comen mucho en los cumples.
El saldo de un fin de semana de comer sin tregua, incluida fondue bourguignonne de mi mamá, un clásico en esta casa cuando se quiere festejar algo, es que me siento literalmente un elefante. Cada vez más limitados los movimientos, y mi cara comienza a hincharse de manera considerable. Estoy hermosa para esperar a mi maridito. Y las cenizas que insisten en seguir posándose sobre Buenos Aires. Siguiendo con la temática paquidérmica, Pablo diría que él está meado por un elefante, siempre hay problemas con los vuelos cuando nosotros (y más precisamente él) tenemos que viajar! Pero yo necesito con carácter de urgencia al padre de este niño porque ya cositas cotidianas como cambiarlo (perseguirlo para ponerle las medias, las zapatillas, el guardapolvo), o bañarlo (e insistirle para que se lave el pelo, se deje enjuagar, salga de la bañera), o acompañarlo a jugar al parque, se me están haciendo una odisea, y termino agotada como después de correr una maratón. Bueno, dicen que es la diferencia entre el embarazo a los veintipico y a los treintaypico, yo creo más bien que es la diferencia entre el segundo y el primero, aunque no voy a negar que tampoco tengo la agilidad de antes. Ni la agilidad, ni la lucidez mental, ni varias otras cosas. Pero creo que estoy un poquitín más sabia. O tengo menos miedos. O dejo más espacio a mi parte instintiva. Qué sé yo, depende de cómo lo quieras ver.
Ahora espero con ansiedad la ecografía que me harán en una horita para ver si la niña engordó tanto como yo, más le vale (ay, por un segundo me sentí como en Precious, ¿vieron la peli? no es lo más para una embarazada casi a término, pero está buena).
Ya vengo... me voy despacito, despacito...

viernes, 10 de junio de 2011

El mundo que supimos conseguir

Mundo feliz se llama el saloncito de fiestas más cool de mi ciudad (veinte mil almas en la pampa húmeda cordobesa, los/las vuelvo a ubicar por si acaso). Emilio ama ese lugar, lleno de peloteros y castillos inflables, y una onda campestre, está bueno. A mí también me hubiera encantado ir a fiestas ahí, o sólo a saltar a uno de esos juegos. Si me acuerdo que una vez cada muerte de obispo venía un globo gigante a instalarse en la esquina del viejo molino del pueblo, y nosotras grandulonas, aunque estábamos en primer año del secundario, nos íbamos a pasar la tarde (o lo que nos alcanzaran las moneditas que llevábamos) a saltar en lo que creo llamábamos "caminata lunar". Ahora el sábado es el cumple de ocho añitos del hijo de una de esas grandulonas. Y lo festeja en este mundito feliz. La fiesta básica le cuesta 800 pesos para 35 chicos. Creo, haciendo cuentas, que si uno organiza en su casa te cuesta más o menos lo mismo cocinando para tantas personas niñas y adultos. El problema son los adultos. Incluye sólo a 5. ¿Y el resto? 35 mangos cada uno. Yo que pensaba ir a instalarme toda la tarde ahí, a charlar con por lo menos veinte madres de niños, que nos conocemos todas, que está re bueno juntarse a cotorrear en estos eventos, porque no me digan que no está bueno. Bah, conozco gente que detesta ese tipo de reuniones con niños de por medio, pero a mí me encanta. Me encanta ver a mi hijito divertirse y jugar, y yo charlar con pares. Se ha convertido en una de mis actividades favoritas. Pero a ese costo, es como prohibirte la entrada, es como abolir una práctica tan natural como espontánea. Digamos que como especie por ahí siento que estamos yendo para atrás... definitivamente para atrás.

miércoles, 8 de junio de 2011

cambio de hábito

Bajé las revoluciones, empecé a dormir más (simplemente a dormir, y no ese simulacro que hacía antes), bastó que la doctora me alarmara un poco y me dijera que la panza estaba medio chiquita y que la beba al límite de peso para que la culpa de madre me asaltara y se apoderara con todas sus fuerzas de mí. No alzar a Emilio, no agacharme y levantarme mil veces a juntar juguetes o a jugar con él por el piso, o jugar al fútbol o al básquet... ah, ahí me cuesta un poquito más, pero también trato de que él entienda mis no.
Pero parece que surtió efecto. Más allá de que empecé a cosechar los primeros "qué panza grande!" en el octavo mes de embarazo, finalmente, ayer tuve la confirmación con mi doc que también me dijo que en quince días de este "cambio de hábito" la panza creció visiblemente y la altura uterina había aumentado muchísimo!!
Mientras tanto, Emilio está terrible, terrible, terrible con todas las letras. Pero creo que alguna que otra razón tiene, no? El papá que se quedó allá, acá que es todo nuevo (divertido, copado, pero nuevo en fin), adaptarse a un nuevo jardín, a nuevos horarios, la hermanita en ciernes... me llama la atención que pareciera no extrañar tanto a Pablo, pero se ve que son rasgos de su personalidad, que no expresa demasiado, porque por ahí le salta la ficha con cosas extrañas. Debe haber dicho sólo dos veces "quiero a papá" desde que llegamos. Pero a veces se pone sensible y llora por nada cuando vemos o hablamos de cosas relacionadas con Pablo. Ya no queda nada. En exactamente una semana estaremos yendo a buscar al reciente campeón (sí sí, dos al hilo) al aeropuerto de Córdoba!!!!!!
Yo ando como si... no sé... como un retorno a la adolescencia, serán los instintos y las hormonas, las puertitas del cerebro que empiezan a cerrarse, diría la psicóloga del curso preparto al que voy, una necesidad así como medio posesiva de Pablo, una ansiedad medio estúpida de que "viene y lo tengo que compartir" que hacía años y años no sentía. Y bueno, en la cuenta regresiva al parto se nos permite casi todo, no? como perder la billetera y buscarla durante horas, y que esté abajo del asiento del auto, ése que juraste haber revisado dos veces súper bien... o al día siguiente de ese episodio y habiéndote martirizado jurando poner cabeza, te dejes en la primera visita a amigos la cartera olvidada... juro que hago mi mejor esfuerzo, pero tengo un problema vital con llaves, teléfono, cartera y billetera. Siempre lo tuve. Y embarazada, mejor ni hablemos.
Se levantó el niñito, vamos a prepararnos para el primer turno de jardín... lo estoy mandando dos o tres horitas a la mañana y dos horitas a la tarde. Se divierte muchísimo pero cada día es una lucha para convencerlo. Esto no termina másssssssss!!!!!!! es la lucha eterna entre la guardería y el "me quiero quedar con vos mamita linda"!