lunes, 6 de octubre de 2014

Tengo ganas de volver a escribir...

No sé bien cómo, qué y por qué. Supongo que necesito de nuevo dejar constancia de esta felicidad infinita, de esta vida súper intensa, de los planes que no salen como los planeabas, pero que es mejor así. De lo mucho que aprendí y de lo mucho que aprendo tropezando una y otra vez con la misma piedra. Eso, necesito hablar de esta loca y linda vida imperfecta. Ya no itinerante, agitada sí, y siempre con una mirada hacia el horizonte. Gracias por Lorenzo, gracias por Federica, gracias por Emilio, gracias por Pablo y por la locura de amor de cada uno de ellos.

lunes, 19 de mayo de 2014

el lapicito verde

Emilio empezó primer grado. Le encanta tener sus lápices de colores bien afilados y acomodados. Le encanta escribir, como a todos, con letra cada vez más chiquita y sentirse grande. Le encanta que le queden solo diez hojas de su primer cuaderno. Y le gusta, sobre todo, un lapicito verde de escribir, a pesar de que tiene como otros tres o cuatro con dibujos de Hot Wheels o que parecen incluso mejores. Pero él me dijo hace unas semanas que ese lapicito le hace escribir mejor, que es blandito, cómodo, que le hace hacer letra linda. Hoy vi que el lapicito no tenía punta. Lo afilé y en cada vuelta, se me rompía la punta. Me estaba quedando con dos centímetros de lápiz. Entonces, con mucha liviandad, y con ese apuro de los minutos antes del cole, le digo: "me parece que este lapicito no va más, lo tiramos, chau lapicito". Me miró, hizo puchero y se largó a llorar. Mi nene grande. Mi nene chiquito. Mi nene sensible. "No, no quiero, es mi lápiz querido, me lo quiero guardar en mi cartuchera, y ahora no voy a tener otro igual!", me dijo entre lágrimas. Lo llevó la vecina al cole y luego su hijo me contó que Emi se había largado a llorar una vez más por su lapicito querido antes de entrar al cole. Tan sensible, tan intenso, tan profundo, tan activo... ser la mamá de Emilio no es fácil, pero tiene esas cosas que te iluminan la vida, que te hacen llegar al fondo de su corazón y entenderlo, amarlo y querer abrazarlo y llenarlo de lapicitos verdes, muchos, muchos, que le hagan sentir que tiene la letra mágica, la letra pequeñita, esa letra que lo hace sentir grande, inmenso, cuando en realidad es todavía tan frágil y pequeño.