lunes, 29 de diciembre de 2008

Volviendo al yugo... (y crónica del tour)

Mónaco, desde la Explanada Princesa Grace.

Como le gusta decir a mi madre, para quienes sus hijas somos siempre unas sacrificadas trabajadoras explotadas por quién sabe qué maléficos jefes, aquí estamos, volviendo al yugo. Pero esta vez, volvemos al yugo de la maternidad full time, interrumpida por esas horitas de la mañana en la que vos hijo vas a la guarde, y yo mamá, intento poner orden a este quilombo que es mi vida laboral, hago grillas, organizo, escribo, mando notas, juego a ser periodista un rato. Nunca pensé que mi trabajo se iba a convertir en mi dispersión, contradicciones de la vida.
La cuestión es que volvimos el sábado al mediodía de nuestro súper magnífico tour ítalo-francés-monegasco. Qué aventura, señores. Partimos el martes, las dos familias: nosotros con el demonio rey sol de 14 meses y piquito; los compañeros de viaje con Juan, de ocho años, y Raniero, de dos meses y piquito también él. Y la pasamos sencillamente genial. Obviamente, imprevistos hubo y muchos. No estaba todo perfectamente organizado, pero era parte del juego, de la aventura, que haya sobresaltos, que haya emociones, ¿no? Así tiene más gracia. O por lo menos así lo pensaron los hombres, en quienes dejamos todo el asunto organizativo del itinerario, porque a ellos les gusta el tema de rutas, ruedas, combustible, etc, etc. Nosotras, nos hicimos cargo del menú, de las provisiones, de que a los niños no les falte nada, y ya. Es bastante. Como en una tribu nómade, valga la comparación. Por supuesto, el operativo carga y descarga fue casi una epopeya, considerando el tamaño del cargamento. Además, estaban los bolsos camuflados de Papá Noel que tenía que hacer su entrada triunfal la noche del 24. Pero todo salió redondito, ésa fue la conclusión final.
No la voy a hacer muy larga (je), porque esto tampoco es un blog de viajes, pero el tour fue más o menos así. Luego de manejar y manejar y manejar (los hombres), dormimos en un Autogrill antes de la frontera de Ventimiglia. Al día siguiente, retomamos el viaje. Primera parada: Mónaco, sol, sol, sol fulminante, yo casi que me pellizco por lo bello que estaba el tiempo, y me decía por dentro, dale, disfrutá, disfrutá, acordate lo que rompieron las bolas el frío y la lluvia en París! Y fue un placer. Tenía mis reservas con el principado, tan aristocrático, tan elitista, tan... irreal. Pero el poder de las cosas bellas no me deja de sorprender. La belleza te anestesia, no sé. No me imaginaba que ese contraste entre los Alpes que caen así, de lleno en el Mediterráneo, creando un escenario perfecto, me iba a dejar tan extasiada. Caminábamos, subíamos, trepábamos las escaleras interminables para llegar al palacio del príncipe y mi éxtasis crecía. Sencillamente maravilloso.
Ese mismo día nos fuimos para Niza y comenzó la odisea de encontrar lugar para dejar el camper, pasar la Nochebuena, las indecisiones, todos los campings cerrados (advertencia!!!)... la cuestión es que terminamos cocinando unas lentejas con cotechino, plato típico que se come en nuestra patria adoptiva para Navidad (entre una abundancia sobrenatural de otras delicias). A mí el cotechino no me gustó para nada, y las lentejas estaban un poquito duras, pero no importó. Abrimos un panettone y varios vinos, los niños se habían dormido temprano y nos divertimos muchísimo los cuatro adultos, la verdad que fue una decisión acertada, después de todo, quedarnos a pasar la Navidad en el camper.
Abrimos regalitos, recibí un bolso-cartera muy lindo, y un libro de parte de Pablo, La elegancia del erizo, de Muriel Barbery (gracias Mar, por la recomendación!) que ya me tiene atrapadísima!
Emilio recién al día siguiente abrió los suyos, y sus caras de alegría y sorpresa fueron el mejor regalo de Navidad.
El 25 paseamos por la zona, pasamos por Villelafranche (gracias Cori por la recomendación), pero vimos todo desde arriba del camper porque llovía mucho. Y nos volvimos para Italy. Llegamos a Génova como a las 16.30. Fuimos al Acuario, estuvo muy buena la visita (no sólo para los niños), nos sacamos las ganas de patinar sobre hielo, comimos unos kebabs y a ver de nuevo qué nos deparaba la ruta... Dormimos y al día siguiente, paseo por le Cinque Terre, un lugar hermoso entre mar y montaña en la Liguria (frustrado porque los campers no pueden entrar y los buses en Navidad no funcionaban, pero bueno, vimos alguito desde la entrada), vimos La Spezia (me pareció muy pintoresca esta ciudad!) y enfilamos para la Toscana.
Llegamos a Firenze como a las 16 también, con mucho, muchísimo frío y viento helado, que no nos amedrentó... vimos la ciudad de Michelangelo desde el piazzale que lleva su nombre, bajamos en un colectivo hasta Ponte Vecchio, llegamos hasta el Duomo, la Piazza della Signoria, y nos dimos cuenta que no éramos los únicos locos que nos animábamos a andar. Todo en medio de una atmósfera navideña impagable. Congeladísimos, nos refugiamos en un bar a tomar chocolate caliente con torta, mmmmhhhhhh! Hubiéramos dicho que sí a cualquier cosa que nos ofreciera el mozo, y así hicimos, sin mirar la carta, no importaba nadaaaa!!! Gastamos lo mismo casi que si hubiésemos hecho una gran cena, pero valió la pena!
Y ya nos volvimos, con la pancita llena, ganas de unos mates, una pasta tranquila en el camper, dormir lo más cerca posible de Roma, para después despertarnos el 27 y viajar sólo un par de horitas para volver a casa!!
Uf, que se hace difícil retomar la rutina, pero qué bien vinieron esos días de aventura.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Navidad (o cómo huir de la soledad)

Esta es la cuarta navidad que voy a pasar en Italia (no, perdón, la quinta!!! pero la cuarta consecutiva). Los preparativos, estando aquí, son un poco extraños. Un poco inquietantes. En cierto modo te revuelven, te meten el dedo en la llaga, te recuerdan y te refriegan en la cara que estás solo. Solo, quiero decir, sin esa familia para arriba, esa abuela todo terreno que dos semanas antes empieza con los preparativos de menú, esa mamá gallina que junta toda la familia aquí o allá, donde sea, tu hermana que decora como nadie, tu otra hermana que te acompaña a comprar los regalos (aunque haya crisis, no importa anita, le regalamos a todos algo, hay que reactivar la economía! fue mi inocente sentencia en diciembre de 2001), tu hermano que seguramente el algún momento de la noche desenfundará la guitarra y tu abuelo que inmortalizará todo con fotos.
Aquí estamos solos. Y hay que empezar a pensar con tiempo cómo no estar tan solos. Cómo esquivar la incómoda sensación de soledad que sólo las fiestas te pueden hacer sentir.
Huir.
Invitar a casa.
Aceptar invitaciones.
Las opciones no son más que esas tres. Y en estos años las hemos experimentado todas. Hemos huido, hemos aceptado invitaciones, en Italia y afuera, cómo no, y también hemos invitado a casa (el año pasado con bebé de dos meses, mejor momento imposible no?).
Este año contamos con la inmensa fortuna de tener un argentino y su familia, amiguísimos nuestros, en el equipo. Y está casi descontado que no la vamos a pasar solos. Pero nunca se sabe. Las personas somos imprevisibles. Mejor organizar con tiempo, no vaya a ser que un llamado de su hermano en Valencia, o un amigo de Pablo en Madrid nos tire por la borda todo, y también la confianza en el otro.
Pero no, ya está. Creo que ya no corremos riesgos. Ayer los hombres fueron y concretaron el alquiler de un camper (casa rodante/motorhome) del 23 al 28... qué emoción!!! Nos iremos a recorrer Italia hacia el norte... tal vez lleguemos a Niza, Mónaco, aun no sabemos.
Mi amiga ya está preparando el matambre arrollado, ja.
Espero que el tiempo acompañe!!!!

domingo, 14 de diciembre de 2008

Típico fin de semana tipo A

Como expliqué antes, los fines de semana de la mujer de un deportista profesional (como es el caso de moi) se pueden catalogar en dos tipos: A (se juega de visitante) y B (se juega de local). Este está siendo otro de esos fines de semana estrictamente de tipo A. Mi amado partió ayer rumbo a la epopeya de conquistar tierras sicilianas, y yo quedé aquí cual penélope, sólo que sin tejido (no estaría mal), y con el pequeño demonio.
Mis humildes planes se fueron frustrando uno a uno... en un principio, ir a Roma, porque se va María, mi compañerita de viaje e íbamos a repetir la odisea del viaje con niños, en tren, y sumándole otra mamá (su hija), un bebé de dos meses y un niño de 8 años. Hubiera sido toda una aventura, y finalmente me hubiera encontrado con Marce... pero no. Sigue lloviendo, Roma está bajo agua, y tampoco da para hacer tantas locuras.
Ayer nos íbamos a ir a pasear, a algún shopping, algún lugar donde se pueda caminar decentemente sin quedar hechos sopa. Y no. El niño levantó fiebre, y aunque no pasó los 37,5, durmió muchísimo. Desde la una hasta las cuatro y media de la tarde, luego se despertó para tomar dos gotas de leche y siguió durmiendo hasta que a las siete y después de consultar cuanto sitio en internet para bebés hay, llamar al padre y a mi madre (no puedo ser más paranoica, no aprendo más), decidimos que había que llevarlo al hospital. Me ligué una buena cagada a pedos del doctor que me despachó diciendo que el nene no tenía más que un resfrío y que si quiere dormir, que lo deje dormir carajo!
Hoy me levanté decididísima a hacer la torta caprese (a no confundir con la ensalada), de chocolate y almendras, una delicia, una especialidad de esta zona (por el nombre intuyo que es originaria de la isla de Capri), que ya pasaré receta y fotos cuando se concrete el evento. Mi vecina quedó en darme la receta, fui, no la anoté, nos fuimos de compras, encontré la mitad de los ingredientes, me invitaron a almorzar, y nada. La caprese quedó en la nada. Supongo que mañana la haré... porque quién me saca el antojo que tengo ahora!
Mientras tanto, estoy en la extraña tarea de adelantar trabajo para las vacaciones de enero de mis compañeros de laburo argentinos. Tendré un enero libre... totalmente inútil dadas las condiciones meteorológicas y compromisos laborales de mi marido, pero debo hacerlo porque ellos siempre lo hacen por mí, cada vez que quiero tomarme unos días, en pleno junio, en diciembre, en pascua... son unos genios. Esto es lo lindo de trabajar free lance. Acomodamos, adelantamos, nos tomamos vacaciones casi cuando queremos. Eso sí, no nos vemos las caras nunca. Pero los siento cerca igual.
Extraño, cada vez más extraño e incatalogable esto de la virtualidad. Miren si no, lo que me mandaron ayer, de Casciari. Genial... pero, comparten??
Ah, y para los que no las vieron, y así lo desean, pueden pasar a pispear las fotitos de París en Flickr.
Au revoir!

sábado, 6 de diciembre de 2008

Agotamiento feliz

No, no y no, no es un mito eso de que viajar con un niño chiquito es complicado. La señorita, o señora, que escribe este blog, con su habitual autosuficiencia, creyó que iba a poder, sí, sí, cómo no, claro que se puede, yo me arreglo, nos vamos a parís, y después a pisa, y a florencia, claro, en qué se puede complicar, vos no entendés nada, el nene está mejor que nadie conmigo, es re piola él, miralo, es un santo. Y sí, se puede, es cierto. Lo hice (a medias, pero bué), con el nene chiquito y una compañera de viaje espléndida, pero con cincuenta y pico largos, y un dedo averiado. Y aquí estoy, agotada, pero feliz, muy feliz. Y tengo que admitir que hubo momentos en que tenía ganas de llamarlo y decirle tenías razón mi vida, venite ya a darme una mano, gracias, no tengo problema en admitirlo.
París me enamoró, me fascinó, me dejó con gusto a poco, también, como dice Malen, fueron dos días a las corridas, frenéticos, bajando y subiendo de metros, bus, luchando contra la lluvia y el frío, pero que casi no se sentían, tanto era el entusiasmo que nos corría por dentro, y la emoción de vivir en carne propia esa atmósfera indescriptible de las calles parisinas, de cada uno de sus hitos, de su historia, de las películas, de las novelas, de las historias que la tuvieron como escenario. Qué ciudad maravillosa. Qué ciudad inabarcable. Qué ganas de volver.
Y allí, en medio de tanta emoción, de tantas corridas, tener así, de pronto, mi primer encuentro blogger. Con Malen, tan dulce, tan frágil, tan hermosa y cálida como su blog, como uno puede imaginarla a través de sus palabras. Con su predisposición total, con su generosidad, con su infinita sabiduría, y su humildad, y su francés perfecto, y su chocolate caliente en Montmartre, que se apuró a pagar sonriendo contra todas nuestras negativas, "así pueden comprarse algunos recuerditos de París". Y las almendras con chocolate que me metió en la mochila y que me fui comiendo de a poquito, y aquí en casa, me encontré con una, y me la quedaré de recuerdo.
Ryanair una vez más se ensañó conmigo, y a las horas nomás de darme cuenta que había perdido el celular en el bus, haber corrido como carl lewis tras el vehículo en cuestión, que el chofer se haga el tremendo boludo, y me quiera bajar rápido, volver sobre mis pasos, volver a los buses, recorrerlos todos, y darme cuenta que sí, que estaba mi bufanda pero no mi celu y que evidentemente me lo había robado el chofer (amén de mi descuido), me vengo a enterar que cancelan el vuelo a Pisa. Luchar en mi francés rudimentario (gracias, gracias, cinco años en el anexo me sirvieron de algo) para que me dieran enseguida una solución, "pour l'enfant", y rogar que me metieran en el primer vuelo a Italia del día siguiente, si era a Roma mejor. Porque ese último vuelo a Pisa de las 22 hacía tres días que se venía cancelando... algo huele mal en Ryanair, me dijeron los viajeros frecuentes, no sé, habrá que tomar sus precauciones. O algo huele mal en mi suerte, je, porque sólo dos veces viajé con la "mejor línea aérea low cost de Europa", y las dos veces me cancelaron el vuelo, contra las estadísticas de todos los que viajan habitualmente con RA y "jamás un retraso, jamás un problema".
El viaje tomó otro rumbo, nos quedamos en Beauvais en un hotelucho maloliente y al día siguiente a Roma Ciampino, bus a Termini, y llegar al infierno total de la estación de tren romana un viernes previo a fin de semana largo... qué idea la míaaa!!! Frenesí total, colas interminables en la boletería, trenes apiñados, sacar el primer boleto, tener que tirarlo porque era imposible entrar en los vagones atestados, y luego volar sobre las maquinitas expendedoras, hacer volar los dedos sobre el monitor y "lugares agotados", otra combinación, "lugares agotados", hasta finalmente dar con la combinación justa: 18.30, intercity a Aversa, cambio de tren con los minutos contados, y llegar finalmente a Caserta.
Aaaaaaaaahhhhhhhhhhhhh!!!
Qué lindo es viajar, pero cuánto más lindo es volver a casa, y que te reciban no sólo con unos capelletis de gorgonzola y noci (roquefort y nueces), sino también, la casa ordenada y las compras hechas, y en cinco minutos el bolso desarmado, y ya te estoy averiguando para un teléfono nuevo. Mi vidaaaaaaaaa... no me lo merezco!
(pronto fotos en Flickr)